El verano en España no es únicamente sol y playa; es también cultura, arte y celebración. De norte a sur, el país se convierte en un escenario en el que se mezclan tradiciones ancestrales con propuestas innovadoras. Y en 2025, la oferta es tan rica que resulta difícil elegir.
En Extremadura, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida transforma un anfiteatro romano en un templo vivo de las artes escénicas. Ver una obra bajo las estrellas, con las columnas milenarias como telón de fondo, es una experiencia que borra las fronteras entre pasado y presente. El público, sentado en las gradas de piedra, comparte algo más que una función: comparte un momento suspendido en el tiempo.
Barcelona, por su parte, se llena de energía con el Festival Grec, que ocupa teatros, plazas y espacios abiertos con propuestas de danza, teatro y música de todo el mundo. La ciudad entera se convierte en un laboratorio creativo, donde es posible pasar de una función íntima en un patio a un espectáculo multitudinario en el corazón del parque Montjuïc.
Y para quienes buscan la combinación perfecta entre música y ambiente, el BBK Live en Bilbao o el Mad Cool en Madrid son ejemplos de cómo un festival puede ser más que un cartel de artistas. Es la experiencia completa: acampar con amigos, descubrir nuevas bandas, bailar hasta que amanezca y conocer gente de todas partes.
Lo más fascinante de estos eventos es cómo transforman las ciudades. Las calles se llenan de vida, los bares y restaurantes se convierten en puntos de encuentro y el aire se impregna de una sensación de celebración colectiva. Asistir a un festival en España es, en muchos casos, la forma más auténtica de sentir su espíritu: abierto, creativo, hospitalario y profundamente humano.